martes, 7 de septiembre de 2010

¡QUÉ BELLO ES SER MUJER! (1)

(Esta historia no es real, es la suma de muchas historias).
Nunca fuí una niña delgadita, aunque según los cánones de la época que me tocó vivir, "estaba muy hermosa". Mi "hermosura" fue en aumento hasta los 14 años, momento en el que me llevé uno de los mayores sustos de mi vida. Entonces nadie hablaba abiertamente de la menstruación, o de la regla, o como se quiera llamar. Así que , pensando que me moría, llamé a mi madre. Ella se limitó a hacer lo que, probablemente, habían hecho todas las mujeres de la familia: me trajo un trapo (ella lo llamó paño), me dijo que me lo pusiera, me explicó dónde había más y cómo lavarlo. Sin más.
Desde entonces, todos los meses, la misma tortura. Los dolores en los pechos los días intermedios, los dolores de ovarios los días anteriores y el sangrado, como un río imparable, que me convertía en una apestada. Lavarse, prohibido. Acercarse a los alimentos sin cocinar, prohibido. El asco del propio cuerpo y aquellos horribles paños, ....
Después, llegaron las compresas. Una liberación. Y los tampones. Y la píldora, ....
Yo llegué tarde a los anticonceptivos. Como un favor, algunas personas traían condones de Francia. Afortunadamente mi marido era de los que estaba de acuerdo en usarlos. Sólo dos hijos. Dos partos duros. Entonces nadie se planteaba lo de la anestesia. Parirás con dolor. Y así lo hice.
Más dolor.

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